El inicio de las actividades hoy conocidas como farmacia, se remonta a la antigüedad, pero es solamente hacia mediados del siglo XX que el mundo empieza a presenciar el auge de los laboratorios farmacéuticos, tal como los conocemos en la actualidad.
Por ende, es también desde mediados del siglo pasado que los farmacéuticos empiezan a tomar un papel más especializado
dentro de los sistemas de salud. Durante muchos siglos, la medicina y la farmacología crecieron de la mano como una sola ciencia, en la que las personas que desarrollaban un conocimiento sobre el funcionamiento y las enfermedades del cuerpo también se encargaban de buscar los tratamientos adecuados, haciendo uso de extractos vegetales o productos animales y
buscando así una mejoría en la salud de los pacientes. Sin embargo, con el paso del tiempo y la acumulación del conocimiento, la medicina y la farmacología se fueron separando lentamente. Aún en la actualidad, los médicos deben tener unas bases sólidas en conocimiento farmacológico y los farmaceutas deben tener nociones básicas acerca del funcionamiento del cuerpo humano y de sus sistemas.
A lo largo de la historia, se han registrado diversas etapas en el conocimiento del uso de los medicamentos. En principio, las personas aprendieron empíricamente la utilización de diversas plantas y minerales para curar las heridas y las enfermedades y — al mismo tiempo — fueron reconociendo los efectos tóxicos de otras sustancias, consideradas venenosas.
En la antigua Babilonia surgió un oficio que sería precursor de los farmaceutas. Los apotecarios babilonios estaban consagrados al estudio de los compuestos vegetales, animales y minerales dedicados a la salud, que darían origen
luego a los medicamentos. Las crónicas sobre el oficio de los apotecarios se conocen gracias a los historiadores y
arqueólogos que se han dedicado al estudio de antiguos libros médicos como, por ejemplo, el código del emperador
Hammurabi, uno de los principales líderes en la historia babilonia.
De igual manera, otras civilizaciones ancestrales profundizaron en el conocimiento de los compuestos medicinales, entre ellos los chinos, los egipcios, los griegos y los romanos; quienes aportaron infinidad de conocimientos consolidados a la medicina y la farmacia actual. Galeno e Hipócrates, en Roma, sentaron las bases del conocimiento para el uso de la terapéutica. Aproximadamente, en el año 300 después de Cristo, el estudio de la medicina y de la farmacología empezó a separarse.
Los avances y el conocimiento médico de las civilizaciones griega y romana permanecieron por muchos años como una verdad absoluta. Hacia finales del Medioevo, un período de 10 siglos en el que los avances científicos fueron prácticamente nulos, surgieron personajes como Paracelso, quien fue el primer médico en cuestionar el conocimiento heredado de los antiguos, al preguntarse por el "principio activo" de los medicamentos; es por ello que es conocido como uno de los principales precursores de la farmacología moderna.
Por ende, es también desde mediados del siglo pasado que los farmacéuticos empiezan a tomar un papel más especializado
dentro de los sistemas de salud. Durante muchos siglos, la medicina y la farmacología crecieron de la mano como una sola ciencia, en la que las personas que desarrollaban un conocimiento sobre el funcionamiento y las enfermedades del cuerpo también se encargaban de buscar los tratamientos adecuados, haciendo uso de extractos vegetales o productos animales y
buscando así una mejoría en la salud de los pacientes. Sin embargo, con el paso del tiempo y la acumulación del conocimiento, la medicina y la farmacología se fueron separando lentamente. Aún en la actualidad, los médicos deben tener unas bases sólidas en conocimiento farmacológico y los farmaceutas deben tener nociones básicas acerca del funcionamiento del cuerpo humano y de sus sistemas.
A lo largo de la historia, se han registrado diversas etapas en el conocimiento del uso de los medicamentos. En principio, las personas aprendieron empíricamente la utilización de diversas plantas y minerales para curar las heridas y las enfermedades y — al mismo tiempo — fueron reconociendo los efectos tóxicos de otras sustancias, consideradas venenosas.
En la antigua Babilonia surgió un oficio que sería precursor de los farmaceutas. Los apotecarios babilonios estaban consagrados al estudio de los compuestos vegetales, animales y minerales dedicados a la salud, que darían origen
luego a los medicamentos. Las crónicas sobre el oficio de los apotecarios se conocen gracias a los historiadores y
arqueólogos que se han dedicado al estudio de antiguos libros médicos como, por ejemplo, el código del emperador
Hammurabi, uno de los principales líderes en la historia babilonia.
De igual manera, otras civilizaciones ancestrales profundizaron en el conocimiento de los compuestos medicinales, entre ellos los chinos, los egipcios, los griegos y los romanos; quienes aportaron infinidad de conocimientos consolidados a la medicina y la farmacia actual. Galeno e Hipócrates, en Roma, sentaron las bases del conocimiento para el uso de la terapéutica. Aproximadamente, en el año 300 después de Cristo, el estudio de la medicina y de la farmacología empezó a separarse.
Los avances y el conocimiento médico de las civilizaciones griega y romana permanecieron por muchos años como una verdad absoluta. Hacia finales del Medioevo, un período de 10 siglos en el que los avances científicos fueron prácticamente nulos, surgieron personajes como Paracelso, quien fue el primer médico en cuestionar el conocimiento heredado de los antiguos, al preguntarse por el "principio activo" de los medicamentos; es por ello que es conocido como uno de los principales precursores de la farmacología moderna.
Luego, durante el siglo XVII, con el método científico, se empezó a pensar en una forma racional del uso de las sustancias
químicas en el organismo y posteriormente, en los siglos XVIII y XIX, Francois Magendie y Claude Bernard, entre otros, desarrollaron los métodos de la fisiología y farmacología experimental, que dieron paso a la investigación formal en animales y en humanos sobre los mecanismos de acción de los medicamentos.
El primer libro conocido que trató exclusivamente el uso de los medicamentos fue el "Farmacopea", que surgió en
Florencia, Italia en 1498, y la primera organización de farmaceutas se desarrolló en Inglaterra bajo el nombre de "La
sociedad de apotecarios de Londres". Las farmacias o droguerías modernas también surgieron en Europa durante el siglo XVII, aunque tienen sus inicios remotos en los árabes, quienes tuvieron tiendas especializadas en la venta de productos farmacéuticos, donde además se vendían vinos, jarabes y perfumes. Las farmacias europeas y los farmaceutas llegaron con la colonización al continente americano. Aquí los nativos poseían un conocimiento importante sobre el uso de los compuestos medicinales de la naturaleza, sabiduría que aún se conserva en los descendientes directos de todas las culturas indígenas.
Pero el estilo de la medicina y las farmacias clásicas, ganaron terreno y se asentaron en Boston, Nueva York y Filadelfia
y, posteriormente, en el resto del continente, manteniendo el discernimiento y la investigación, asociadas al método científico, como bases de sus análisis. Fue allí, en esas ciudades norteamericanas, donde se establecieron las primeras industrias farmacéuticas en América y desde donde se ha dado el impulso, durante el último siglo, al desarrollo de la industria farmacéutica moderna. Durante las últimas décadas se ha incrementado de manera intensiva el uso de métodos estandarizados de investigación, con los ensayos clínicos controlados y otros estudios experimentales, que permiten el desarrollo y aprobación de los nuevos fármacos.
En la actualidad, el conocimiento en farmacología y la aplicación de la regencia de farmacia se relacionan estrechamente con el desarrollo de la biología básica y molecular, la química básica y farmacéutica, la genética básica, la farmacogenética, la administración, la epidemiología, la economía y el mercadeo, entre otras muchas ciencias. Por ende, los medicamentos comercializados, tanto en las farmacias como en los contextos hospitalarios, son el producto de un largo proceso de investigación y desarrollo, razón por la cual la persona que maneje dichos medicamentos debe ser un individuo idóneo, con el conocimiento y el criterio suficiente como para desempeñar su papel a cabalidad, dando un uso racional a los medicamentos y contribuyendo a la preservación de la salud en todas las poblaciones del mundo.
químicas en el organismo y posteriormente, en los siglos XVIII y XIX, Francois Magendie y Claude Bernard, entre otros, desarrollaron los métodos de la fisiología y farmacología experimental, que dieron paso a la investigación formal en animales y en humanos sobre los mecanismos de acción de los medicamentos.
El primer libro conocido que trató exclusivamente el uso de los medicamentos fue el "Farmacopea", que surgió en
Florencia, Italia en 1498, y la primera organización de farmaceutas se desarrolló en Inglaterra bajo el nombre de "La
sociedad de apotecarios de Londres". Las farmacias o droguerías modernas también surgieron en Europa durante el siglo XVII, aunque tienen sus inicios remotos en los árabes, quienes tuvieron tiendas especializadas en la venta de productos farmacéuticos, donde además se vendían vinos, jarabes y perfumes. Las farmacias europeas y los farmaceutas llegaron con la colonización al continente americano. Aquí los nativos poseían un conocimiento importante sobre el uso de los compuestos medicinales de la naturaleza, sabiduría que aún se conserva en los descendientes directos de todas las culturas indígenas.
Pero el estilo de la medicina y las farmacias clásicas, ganaron terreno y se asentaron en Boston, Nueva York y Filadelfia
y, posteriormente, en el resto del continente, manteniendo el discernimiento y la investigación, asociadas al método científico, como bases de sus análisis. Fue allí, en esas ciudades norteamericanas, donde se establecieron las primeras industrias farmacéuticas en América y desde donde se ha dado el impulso, durante el último siglo, al desarrollo de la industria farmacéutica moderna. Durante las últimas décadas se ha incrementado de manera intensiva el uso de métodos estandarizados de investigación, con los ensayos clínicos controlados y otros estudios experimentales, que permiten el desarrollo y aprobación de los nuevos fármacos.
En la actualidad, el conocimiento en farmacología y la aplicación de la regencia de farmacia se relacionan estrechamente con el desarrollo de la biología básica y molecular, la química básica y farmacéutica, la genética básica, la farmacogenética, la administración, la epidemiología, la economía y el mercadeo, entre otras muchas ciencias. Por ende, los medicamentos comercializados, tanto en las farmacias como en los contextos hospitalarios, son el producto de un largo proceso de investigación y desarrollo, razón por la cual la persona que maneje dichos medicamentos debe ser un individuo idóneo, con el conocimiento y el criterio suficiente como para desempeñar su papel a cabalidad, dando un uso racional a los medicamentos y contribuyendo a la preservación de la salud en todas las poblaciones del mundo.